Wednesday, August 6, 2008

Me estaba rascando las gónadas en la tarde mientras veía la tele. Cuando acabé de hacerlo, de una manera inconsciente, que no me pareció desagradable si no hasta que me di cuenta que lo estaba haciendo, me acerqué la mano a la jeta y, cual perro, la empecé a oler de una manera que pareciera que de ello dependía mi vida... Como ya dije, estaba viendo la tele y mientras lo hago muy pocas cosas pueden hacer que me desconcentre. Ya muchas veces he estado sumido en ese estado de idiotización televisiva en el que mi madre bien puede estar confesándome mi origen adoptivo, o peor aún, que soy un robot y que me planeaba utilizar para apoderarse de México, o de Chihuahua, pero al último la operación se había cancelado y desde entonces, para no levantar sospechas, me había empezado a criar como su hijo, y de mi no va a obtener una respuesta más atenta que un "aha", "espérame", o un menos frecuente "shhh". Hasta que los comerciales empezaron y volví de mi estado vegetal inducido por la tele, fue que me di cuenta, y con vergüenza, dejé de hacer lo que unos momentos antes realizaba de una manera casi obsesiva, como si quisiera adivinar algo de aquel olor tan peculiar con el que estaba impregnada mi mano. Entonces fue que me pregunté a mi mismo: A que se debe tal curiosidad por el olor de las secreciones de dichas zonas, (eso sí, nada más las propias) que es tan general entre los hombres?.

Mi conclusión, que pude haber hecho en forma de tesis, pero que gracias al genio de mi persona creo poder exponer como explicación definitiva e incuestionable, es, que esto se debe a una condición natural.

Eso es todo.

De nada.

1 comment:

Gabrielle said...

joe pino que tienes toda la boca llena de tu razon